Los biocombustibles aparecen con frecuencia en las noticias y en los discursos y planes de gobiernos de todo el mundo. ¿A qué se debe tanta popularidad? En numerosos foros, así como en los documentos de política
energética de muchos países, se considera a los biocombustibles como
una alternativa “verde” a los combustibles fósiles (como el petróleo y
el carbón mineral) que contribuirá a disminuir la concentración de
dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera y con ello a frenar el calentamiento global. Pero, ¿realmente es así?
Los biocombustibles se elaboran con materiales producidos por los
seres vivos; son alcoholes, éteres, ésteres y otros compuestos químicos
generados a partir de los tejidos de plantas y animales, los residuos de
la agricultura y de la actividad forestal, y algunos desechos
industriales, por ejemplo los de la industria de la alimentación.
Todos los países tienen la capacidad de producir biomasa vegetal o
animal y, por lo tanto, biocombustibles. Éstos pueden brindar cierta
independencia en la producción de energía, lo que no ocurre con el
petróleo, que no se encuentra en todos los países. Los biocombustibles
son, además, una fuente de energía renovable, ya que proviene esencialmente de la fotosíntesis, proceso por el cual las plantas reducen y fijan el CO2, transformándolo en carbohidratos, como azúcares y almidones.
Los dos biocombustibles más usados en el mundo son el etanol y el
biodiesel. Se utilizan principalmente en los motores de vehículos como
automóviles y camiones. El etanol (que es un alcohol) generalmente se
produce utilizando como materia prima la caña de azúcar, los cereales y
el betabel (también llamado remolacha de azúcar). El biodiesel, que
puede usarse en lugar del diesel convencional, se produce a partir de
aceites vegetales o animales. Las especies más usadas para obtener
biodiesel son la palma aceitera y la soya. El etanol representa cerca
del 90% de la producción total de biocombustibles y el biodiesel el
resto
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